miércoles, 3 de enero de 2018


Sergio Solmi

Sobre una tumba


Vista de Rocciamelone


Sobre una tumba


I

A la vista del mar
que tanto amabas (esa franja
turquesa está allá abajo, arde el color
de flores en la tierra removida,
el ciprés más esbelto sube a pico,
pronto el verano, en la estridencia
de las cigarras, enloquecerá,
en el deslumbramiento del oleaje),
detrás de ti se ha recluido sin
grietas el pétreo, colorido muro,
el hueco oscuro queda en mí, que a tientas
te busco como un niño avergonzado.

Tanto existías, casi inadvertida.


II

¡Y qué bermejas que se dispersaban
sobre el Rocciamelone las cenizas
del crepúsculo (y las reverberaba
el cuarto humilde)! ¡Oh las descubiertas
cartas, los corazones cerrados! Si pudiésemos,
temblorosos, al vuelo descender
por los arcos del tiempo nuevamente,
con estática mano
tocar las estructuras estupendas
del destino, ¡ay, de pronto debería
estallar nuestro pecho quebradizo!
Si el lamento infantil pudiese atravesar
este valle veteado
de sólidos fantasmas, y encontrarte
otra vez, en un propio paraíso
del corazón. Pero ese friso frágil
que dibujamos juntos, que aquí abajo
entrelazamos, fue para “otros”.
Aquí abajo no soy más que mi historia,
la historia de este gajo de tu carne,
que hoy ofendido iguala
la sal y el hielo de las lágrimas
a ese gimiente humor de un tronco
desarraigado. Que es 
el único sentido de estas palabras mías,
hasta que ya no tengan más sentido
que el monótono, inmenso
rumor del viento sobre nuestras tumbas.

Sergio Solmi

[Versión de P. A.
Villa Dolores, 03-I-18]

*

Sopra una tomba


I

Alla vista del mare
che tanto amavi (la banda
di turchino è laggiù, brucia il colore
dei fiori sulla terra smossa, a picco
svetta il più snello cipresso, tra poco
l’estate impazzirà nello stridore
dell’insetto, nel balenio dell’onda),
dietro di te s’è rinserrato senza
crepe il compatto, colorito muro,
la buca d’ombra resta in me, che brancolo
a cercarti come un bambino irriso.

Tanto esistevi, e quasi non pareva.


II

Come vermiglie sfaldavano
sul Rocciamelone le ceneri
del crepuscolo (e l’umile
stanza ne riverberava)! Oh le carte
squadernate, ed i cuori chiusi! A volo
potessimo tremanti ridiscendere
lungo le arcate del tempo, toccare
con estatica mano le strutture
stupende del destino, ahi che dovrebbe
di schianto, il nostro
esile petto esplodere! Potesse
l’infantile lamento attraversare
questa conca screziata
di solidi fantasmi, e ritrovarti
in un paradiso del cuore. Ma il fregio
labile che disegnammo, intrecciammo
quaggiù, fu per “altri”. Quaggiù
non sono che la mia storia, la storia
di un tuo ramo di carne, che oggi offeso
il sale eguaglia
e il gelo delle lacrime all’umore
gemente da un tronco divelto. Ch’è il solo
senso di queste mie parole, fino
a quando non avranno
più senso dell’eguale, sterminato
brusìo del vento sulle nostre tombe.

(1955)

Sergio Solmi

[Dal balcone (1968), en:
Poesie, meditazioni e ricordi,
Adelphi, Milano, 1983]

No hay comentarios:

Publicar un comentario