viernes, 3 de julio de 2015

KONSTANTINO KAVAFIS

Termópilas





Me acuerdo que, allá lejos y hace tiempo, cuando tenía veinte años y estudiaba en la universidad, el querido profesor Oscar Caeiro me invitó a participar en una mesa sobre la traducción de poesía en el Instituto Goethe. Escribí entonces las primeras palabras sobre este oficio tan grato e ingrato a la vez, el de la traducción. Grato, digo, porque uno disfruta de las delicias de la artesanía poética, sin las angustias que a veces conlleva la creación original. E ingrato, porque la insatisfacción con los resultados suele ser mayor aún que con la creación original, y porque siempre son logros precarios: por una parte, es raro que una traducción sea perdurable, ya que la afecta rápidamente el paso del tiempo, el cambio de poéticas, de modas, de lenguaje, y cada generación propone sus propias versiones; y por la otra, el buen lector de poesía por lo general desconfía de una traducción, la lee, digamos, con ojos más precavidos e incrédulos que a un texto original. Bueno, no conservo las páginas que escribí para aquella mesa de traductores, pero recuerdo una metáfora que usé para ilustrar lo que me llevaba a intentar una traducción. Dije que lo que me impulsaba a traducir poesía se parecía a lo que lleva a alguien a reproducir en el piano ―o tararear al menos― una melodía que lo ha encantado y que no puede sacarse de la cabeza, o a un enamorado a bosquejar los rasgos de la amada, e incluso ―esa práctica adorable de la adolescencia― a escribir una y otra vez el nombre querido, que es para su oído una especie de talismán sonoro. Es decir, la traducción como una manera de hacer propio, con los medios que uno tiene, un objeto de admiración, cuando no de devoción. Me acordaba de esta metáfora de mi juventud anoche, cuando la relectura de poemas de Konstantino Kavafis, en una edición que tiene en la portada, con mi letra de entonces, debajo de mi vacilante firma, la fecha 1981, me hizo tratar de decir con mis palabras, en base a la traducción de ese libro (“Poesías completas” de Kavafis, Hiperión, Madrid, 1976, traducción de José María Álvarez), uno de los poemas del poeta alejandrino que llevo en la memoria desde aquel tiempo, “Termópilas”. Aquí esa versión personal, para uso personal, de alguien que ignora todo del idioma en que está escrito el texto original, el griego moderno.

Termópilas

Honor a aquéllos que en su vida
Han decidido defender Termópilas:
Sin apartarse nunca del deber,
Siempre justos y rectos en sus actos;
Piadosos, compasivos; generosos
Si son pudientes, y también si son
Pobres, modestamente generosos,
Cada uno de acuerdo con sus medios;
Siempre veraces, pero sin guardar
Rencor a quien no puede no mentir.

Y más honor a aquéllos que prevén 
(Y muchos son los que prevén)
Que al fin Efialtes aparecerá
Y finalmente pasarán los persas.

Konstantino Kavafis


[Versión de P. A.,
para uso personal,
Córdoba, 03-VII-15]

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