viernes, 5 de septiembre de 2014

Boris Pasternak

(1890-1960)


EN EL HOSPITAL






Sencilla y a la vez extraña, fácil y a la vez difícil de traducir es la poesía última de Pasternak. La combinación de una clara textura narrativa y de inesperadas asociaciones analógicas (a menudo comparaciones, cosa rara en la poesía moderna); la mezcla sin solución de continuidad de registros altos y bajos, de dimensiones concretas y abstractas, de hábitos cotidianos y rituales eternos, de prosaísmo y lirismo, todo en una trama extraordinariamente musical, con una prieta métrica y con rima perfecta sistemática en todos los versos de las acostumbradas cuartetas de sus poemas, y con la economía propia del idioma ruso, hacen que si bien sea más o menos accesible la lectura de los textos (la mínima parte de facilidad), lograr que en castellano los versos ―más extensos y morosos, necesariamente, por la estructura misma de la lengua― no suenen a prosa y recuerden en cambio vagamente la poesía, es tarea ardua. No sé si lo logro. Aquí una muestra, el poema “En el hospital”, de su libro, publicado un año antes de su muerte, Cuando aclara (1959), que en estos días estoy traduciendo. Como se podrá apreciar, el poema, que comienza casi como una crónica, va tomando intensidad y se va enrareciendo en densidad poética a medida que transcurre, hasta la plegaria con que el texto termina.



En el hospital


Se quedaban como ante una vidriera,
Casi cubriendo la vereda. Luego,
Subieron la camilla a la ambulancia
Y entró también, de un salto, el camillero.

Y partió la ambulancia, zigzagueando
Entre aceras, curiosos y portales,
Se hundió con sus fanales en la sombra
Entre el fragor nocturno de la calle.

Calles, agentes, caras refulgieron
A la luz de los faros, un instante.
Sosteniendo una ampolla de amoníaco
La enfermera oscilaba, tambaleante.

Llovía, y en la sala del ingreso
Un caño de desagüe resonaba
Tristemente; un renglón y otro renglón
Del formulario un hombre borroneaba.

Lo ubicaron al lado de la entrada.
Estaba todo el pabellón completo.
Mareaba el vaho del yodo; a la ventana
De la calle llegaban las ráfagas de viento.

La ventana abarcaba en un cuadrado
Un jirón de jardín, un manojo de cielo.
Y la mirada del recién llegado
Se habituaba a la sala, las batas, las baldosas.

Por cómo balanceaba la cabeza
La enfermera, y el tono de su voz
Cuando le hablaba, comprendió de pronto
Que era la de su muerte esa ocasión.

Fue entonces que miró con gratitud,
Fugazmente, a través de la ventana,
La pared con las chispas de un incendio
Que desde la ciudad la iluminaban.

Allí, llameaba, roja, una barrera,
Y entre las calles y su resplandor
Un arce, con las ramas retorcidas,
Se inclinaba ante él en un gesto de adiós.

Oh Señor, qué perfectas que son todas
Meditaba el enfermo— tus acciones:
Las camas, y los hombres, y los muros,
La noche de la muerte y la ciudad de noche.

He tomado una dosis de somnífero
Y aprieto mi pañuelo mientras lloro.
Oh Dios, las lágrimas de mi emoción
Son las que no me dejan ver tu rostro.

Me es dulce, en la luz tenue que desciende
Sobre las sábanas, apenas, pálida,
Reconocerme y conocer mi suerte
Como si fuera una preciosa dádiva.

Muriendo aquí, en un lecho de hospital,
Hoy siento la tibieza de tus palmas.
Como una hechura tuya me sostienes
Y me guardas de nuevo, un anillo en su caja.


Boris Pasternak
(1956)

[Versión de Pablo Anadón
Córdoba, 29 de agosto-5 de septiembre, 2014]


*


В БОЛЬНИЦЕ


Стояли как перед витриной,
Почти запрудив тротуар.
Носилки втолкнули в машину.
В кабину вскочил санитар.

И скорая помощь, минуя
Панели, подъезды, зевак,
Сумятицу улиц ночную,
Нырнула огнями во мрак.

Милиция, улицы, лица
Мелькали в свету фонаря.
Покачивалась фельдшерица
Со склянкою нашатыря.

Шел дождь, и в приемном покое
Уныло шумел водосток,
Меж тем как строка за строкою
Марали опросный листок.

Его положили у входа.
Все в корпусе было полно.
Разило парами иода,
И с улицы дуло в окно.

Окно обнимало квадратом
Часть сада и неба клочок.
К палатам, полам и халатам
Присматривался новичок.

Как вдруг из расспросов сиделки,
Покачивавшей головой,
Он понял, что из переделки
Едва ли он выйдет живой.

Тогда он взглянул благодарно
В окно, за которым стена
Была точно искрой пожарной
Из города озарена.

Там в зареве рдела застава,
И, в отсвете города, клен
Отвешивал веткой корявой
Больному прощальный поклон.

«О господи, как совершенны
Дела твои,— думал больной,—
Постели, и люди, и стены,
Ночь смерти и город ночной.

Я принял снотворного дозу
И плачу, платок теребя.
О боже, волнения слезы
Мешают мне видеть тебя.

Мне сладко при свете неярком,
Чуть падающем на кровать,
Себя и свой жребий подарком
Бесценным твоим сознавать.

Кончаясь в больничной постели,
Я чувствую рук твоих жар.
Ты держишь меня, как изделье,
И прячешь, как перстень, в футляр».


Борис Пастернак
(1956)

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