martes, 13 de noviembre de 2012

Arturo Capdevila

BALTASAR




BALTASAR

Profecía de Daniel, Cap. V


Y Baltasar bebiendo vino estaba.
Y bebían los príncipes también
en los vasos que el rey su padre un día
trajo del Templo de Jerusalén.

Y bebieron también las concubinas.
Y alabaron a dioses de metal.
Y una mano fue vista que escribía
en la pared del aposento real.

Y el rey, como la vio, se demudaba;
se demudaba el rey de su color.
Y le batían las rodillas trémulas...
Y le ganaba el alma aquel pavor.

Y Mene, Téke, Upharsín, decía
lo que la mano trágica escribió.

“Y Mene dice: Contó Dios tu reino,
y se acabó.
Y Tékel dice: Te pesé en balanza,
pero faltó.
Y Upharsín dice: Romperé tu reino...”
Así Daniel, varón de Dios, leyó.

Y Mene, Tékel, Upharsín, de nuevo,
escrito ha sido, pero nadie vio.


Arturo Capdevila

[De La fiesta del mundo, 1922]

domingo, 11 de noviembre de 2012


Tarde soleada de domingo




Hermosa tarde soleada de domingo, linda para quedarse en el patio sentado en la vieja reposera, mientras se escucha a los chicos que juegan en la pileta de la casa vecina y andan los pájaros, lejos, por el cielo azul; para salir a caminar con las perras por el barrio, sintiendo también su alegría de husmear en las veredas ajenas, de escapar por un rato de la prisión del jardín; para leer los diarios, haciendo de cuenta de que son noticias pasadas, de treinta años atrás, inofensivas; para hojear a la luz que traslucen las cortinas papeles que ya habría que tirar, álbumes con fotos de otros días, libretas con apuntes que nadie leerá y con proyectos de viajes nunca hechos, proyectos de libros nunca escritos; para prepararse en paz un café y encender una pipa y quedarse mirando la cucharita que da vueltas en el líquido oscuro, las volutas del humo que suben y se esfuman lentamente en el aire; hermosa tarde, también, para cumplir al fin ese gesto silencioso (“Non parole. Un gesto”), que uno siempre posterga, vaya a saber por qué.


(Córdoba, 11-XI-12)